Una de las razones por las que las empresas quiebran es la inesperada partida de aquella persona sin la cual la empresa no puede seguir adelante. En Estados Unidos se usa mucho un refrán: ‘de manga corta a manga corta en tres generaciones’. En Europa se dice que ‘la primera generación crea, la segunda hereda, la tercera destruye’, y en México que hay ‘Papá negociante, hijo playboy, y nieto pordiosero’. Y en muchos sentidos lo anterior pasa por la falta de planeación frente a siniestros inesperados.
Nadie planea fracasar pero se fracasa por no planear. En una encuesta realizada entre beneficiarios de dueños de negocios en Estados Unidos, se vio que sólo el 21% tenían un plan formal para transferir su porción del negocio en caso de fallecimiento o incapacidad. Por eso se ha creado el seguro de negocios, como una herramienta para que la gerencia pueda prever todas las eventualidades ocasionadas por la muerte de un socio y de un empleado clave”.
Los Seguros de vida son escenciales
Son parte esencial de nuestra realidad y su uso es algo muy regular. Pero la verdad es que hay algo muy mal cuando se llega a una situación en que “la sociedad patéticamente desvaloriza la vida de sus miembros, a tal grado que convierten su fallecimiento en comercio”. Una corrección a esto es, hacer un uso positivo y generador de tranquilidad de los seguros de vida, “sirviendo éstos como herramientas de solución financiera, como planificación de seguridad familiar, para generar una donación a una causa que le importe a la persona, para deducir pago en los impuestos, para organizar las herencias, como incentivo para retener personal, e incluso para diversificar activos”.